martes, 5 de junio de 2007

Mito del sol y la luna ( huasteca potosina)

Saludos compas:

Esta versión la encontré en la página del ILCE de red escolar no se que tan válida sea pues me parece muy parecida a un mito de la mixteca en Oaxaca sin embargo aqui lo pongo a su consideración:

Los mitos y las leyendas son un culto entre los huastecos, por ejemplo: Aquí están el sol y la luna, a quienes los chichimecas, les llamaban padre y madre. En el principio existieron dos niños que eran ni más ni menos que el Sol y la Luna. Una viejita que pescaba en el río con ayate los encontró y al recogerlos murmuró: -Ahora ya tengo a mis hijos- Y se alegró mucho. Los niños crecieron muy traviesos, y llegó un buen día en que le preguntaron a la viejita por sus padres. --¿En dónde están nuestros papás? Queremos conocerlos. La viejita les contestó: --El padre de ustedes no está aquí: vive en el monte. Y entonces aprovechó para preguntarles si querían llevarle algo de comer, y así lo podrían conocer. Ellos le contestaron: --Sí, vamos a ir, porque realmente lo queremos conocer. Y la ancianita preparó la comida, y les indicó a qué lugar la llevarían. Y entonces fueron a llevarla, pero por más que buscaron, no encontraron a su padre, sino a un venado. Y se dijeron: --Este venado no puede ser nuestro padre. Inmediatamente mataron al venado, y lo cargaron llevándolo hacia un gran cerro donde sabían que había una hechicera, que custodiaba el fuego de todo el mundo. Y cuando los niños llegaron donde estaba la hechicera, le pidieron fuego para cocinar una barbacoa de venado. Pero la mujer no quiso darles nada, porque pensaba que iban a quemar el monte. --Y entonces, los niños (que eran el Sol y la Luna) le pidieron al tlacuache que él fuera con la hechicera, a conseguir el fuego que el Sol y la Luna tanto anhelaban. Y el tlacuache se metió al río y de inmediato, todavía mojado, se presentó con la hechicera. Humildemente, titiritando, le dijo: --Madrecita, tengo frío. Hazme un lugarcito junto a tu lumbre para calentarme. Y la hechicera le creyó. Y el tlacuache aprovechó un descuido y metió la cola en la lumbre. Así obtuvo el fuego para que el Sol y la Luna pudieran hornear el venado y comérselo en barbacoa. Desde entonces el tlacuache no tiene pelos en la punta de su cola.

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